De Els Quatre Gats a las cuatro ruedas:
Las complicidades de Ramon Casas en la promoción del automovilismo en Cataluña
Cuando, iniciado ya el año 1901, el óleo de grandes dimensiones que hasta entonces había presidido el espacio de la taberna Els Quatre Gats fue descolgado y sustituido por un nuevo cuadro, se estaba dejando atrás la etapa ciclista de Ramon Casas y Pere Romeu para dar paso preferente a la automovilística. Era, también, un acto cargado de simbolismo, en el que todo aquello que representaba el tránsito de un siglo a otro, de los estertores del XIX a las incertidumbres del XX, se escenificaba en una imagen de modernidad y progreso. No nos debe extrañar pues que, cuando ambas pinturas fueron reproducidas en páginas consecutivas —reforzando su sentido narrativo y cronológico— en la revista Pèl & Ploma (número 78, publicado en julio de 1901), se las titulase, respectivamente, Fi de sigle XIX (“Fin del siglo XIX”) y Començament del sigle XX (“Comienzos del siglo XX”).
La fiebre ciclista
La temática ciclista —y más tarde la automovilística— fue protagonista de varias publicaciones deportivas e irrumpió, también, en las revistas satíricas del momento, alimentando el ingenio y la expresividad de los lápices de ninotaires (“caricaturistas”) como Gaietà Cornet, Opisso, Lola Anglada, Josep Costa Ferrer “Picarol” o Antoni Utrillo, entre muchos otros, así como del mismo Casas.
Els automobilistes associats
Al igual que sucedió a finales del siglo XIX con las numerosas entidades ciclistas surgidas por toda Cataluña y particularmente en la Ciudad Condal, la primera década del siglo XX vio nacer los primeros clubes automovilísticos. Las necesidades compartidas de los inexpertos propietarios de los vehículos a motor —abastecimiento de recambios y accesorios para el mantenimiento del coche, talleres mecánicos solventes, una red de estaciones de servicio y gasolineras— y la defensa de sus intereses —la falta de regulación, la mejora de la red viaria o la señalización de las carreteras, entre otros asuntos— se mezclaron con el deseo de ostentación pública de esas máquinas tan costosas, un reflejo del estatus social de una clase burguesa adinerada, básicamente urbana y barcelonesa.
Así, entre 1899 y 1902, se intentó poner en marcha el Automóvil Club de Barcelona-ACB en distintas ocasiones, de manera infructuosa. Manteniendo este espíritu automovilista, el primero de octubre de 1904 tuvo lugar en Barcelona el Concurso de Automóviles Adornados, una idea promovida y organizada por Ramon Casas y Miquel Utrillo. También, con su amigo Rusiñol, propietarios cada uno de uno de los cuatro coches inscritos, organizaron y participaron el 10 de julio de 1906 en la primera bendición de automóviles de San Cristóbal, patrón protector de los viajeros reconvertido en patrón de los automovilistas, una ceremonia que continuaba con una misa en la iglesia de Sant Agustí y un final festivo con cena y baile.
Finalmente, recuperando la primera iniciativa fracasada y la experiencia acumulada, el resucitado Automóvil Club de Barcelona-ACB inició su andadura en enero de 1906, identificándose con un emblema diseñado por el mismo Casas. Entre los fundadores y miembros de la primera junta directiva encontramos, acompañando al nombre del pintor, a personajes como Francisco Seix, los hermanos Barral, Jorge Klein o Francisco Abadal. Se incorporaron en los meses siguientes: Pere Romeu, José María Rusiñol (el hermano de Santiago), Miquel Utrillo o Carlos Wertheim, entre muchos otros. A finales de 1910, el reformulado RACC —a las siglas se había añadido “Real” y cambiado “Barcelona” por “Cataluña”—contaba con 200 socios (…)*
por Pau Medrano Bigas, doctor en Diseño por la Universidad de Barcelona y miembro
de GRACMON, Grupo de Investigación sobre Historia del Arte y del Diseño Contemporáneos.
*Se puede leer el texto completo en el libro Ramon Casas. La vida moderna