Por la cantidad de referencias que nos han llegado, parece evidente que Júlia no pasaba desapercibida en su oficio de vendedora de lotería. Francesc Cambó la recuerda en sus memorias por un breve encuentro que mantuvieron en la terraza de la Maison Dorée en julio de 1907, mientras que en 1908 es nuevamente reconocida en prensa como la modelo del cartel para los Jochs Florals de Barcelona: “Una doncella, que puede decirse que es lo que da relieve al asunto, resulta ser la billetera que generalmente sienta su expendeduría entre el Continental y la Maison Dorée, que indudablemente habrá servido de modelo al artista” (El Diluvio, 10/IV/1908). Este cartel, de extrema elegancia, se relaciona con un segundo grupo de dibujos realizados hacia 1907-1908, antes del viaje de Casas a América: uno es probablemente un boceto para otra versión del mismo cartel, con Júlia vestida con una túnica blanca anudada en su hombro izquierdo (Galería Gothsland). Otros dos bocetos muestran a la modelo con una flor recogida en el pelo y serían proyectos para algún tipo de publicidad, con la particularidad de llevar impresa la estampilla “r. casas”, es decir, que se encontraban sin firmar en el taller de Casas después de su muerte como material de trabajo y fueron marcados por sus testamentarios como obra original del pintor. También de este momento se han conservado sendos retratos de Júlia con dedicatorias manuscritas de Casas (colección particular y Fundación AMYC), una Júlia pintora para la portada de La Campana de Gracia, otra Mirant l’ilustració publicada en Ilustració Catalana, y otra Reverie en la revista Hojas Selectas.
El viaje de Casas a América invitado por Charles Deering entre noviembre de 1908 y abril de 1909 marca un paréntesis en su producción y en su relación con la vendedora de lotería. Este viaje fue propiciado por la muerte de Emília Huet (10/IX/1908), la novia “formal” de Casas desde 1890, de la que se se tienen muy pocas noticias más allá de un par de retratos y algunas referencias epistolares. A su vuelta a Barcelona puede percibirse un cambio en la mirada del pintor hacia su modelo, que posa y viste con mayor elegancia y determinación. De 1909 es un dibujo de Júlia con vestido blanco ceñido y gran sombrero negro con plumas, conservado en un álbum con dibujos de Casas que perteneció a Charles Deering (Northwestern University Library). Existe un óleo que muestra a Júlia con la misma indumentaria, dedicado “a mi amigo Charles Deering”, que participó en la “Exposición de retratos y dibujos antiguos y modernos” de Barcelona en 1910. Su título: Donya N. D., podría hacer referencia a algún nuevo apelativo cuyo significado se quiso mantener en secreto.
En mayo de 1910, ya formalizada la relación, la pareja realiza un viaje a París, donde encontramos un tímido saludo de Júlia a Utrillo en una carta escrita por Casas: “Recuerdos Julia”. Del mismo viaje también se conserva una tarjeta postal de su hermana Flora Peraire, en la que esta le manifiesta su satisfacción “por la alegría y bienestar” que traslucía en sus cartas, quizá debida a la emoción que le supuso su primera salida al extranjero. El gran número de óleos y dibujos de Júlia pertenecientes a esta época hacen pensar que hacia 1910 ya ejercía el oficio de modelo a tiempo completo, aunque la confirmación escrita proviene de una referencia en prensa del año siguiente, en la que es nombrada como “ex-bitlletaire de Casas” (L’Esquella de la Torratxa, 26/V/1911). De estos años se conservan varios dibujos preparatorios que coinciden con las indumentarias vestidas por Júlia en un biombo de cinco hojas realizado para Maricel, el conjunto de edificios adquiridos por Charles Deering en Sitges bajo la dirección de Miguel Utrillo. Asimismo se conocen diversos retratos de la modelo al carboncillo en colecciones particulares, y otros que pertenecen al álbum comentado anteriormente de la Northwestern University. En 1911 Casas participa en la “VI Exposición Internacional de Arte de Barcelona” con dos retratos de Júlia. De uno de ellos, —el espléndido Estudio de mujer, que fue reproducido en el catálogo de la muestra—, se conservan dos estudios al carboncillo (Galería Gothsland y colección particular) en los que la modelo aparece ataviada con boa y manguito blancos de piel de zorro, gorro de piel oscura y un ramito de flores. Folch i Torres en su crítica de la exposición, tras reconocer que se trataba de dos muestras exquisitas del trabajo de Casas, aunque “repetidísimas e insignificantes para su arte”, llega a preguntarse si este ha pintado solo con el objetivo de alcanzar un prestigio —siendo la respuesta implícita que su pintura perdió el interés una vez logradas las recompensas oficiales—. Se trata de una crítica muy dura que va en línea con una carta que dirige a Utrillo desde París el 17 de septiembre de 1913, en la que el historiador comenta con desdén el desinterés que le producía encontrarse con Casas si este iba acompañado por Júlia: “la trovalla ab tal companya tampoc m’era interessant”. Cabría por tanto preguntarse si lo que desagradaba a Folch de la pintura reciente de Casas era precisamente la modelo, que ese año de 1913, poco después de la muerte de la madre de Casas, se había mudado con el pintor —saltándose las convenciones sociales y religiosas de la época— a una torre del Carrer Descartes de Sant Gervasi, a las afueras de Barcelona. Así describe la situación Sánchez de Larragoiti (1959):
Bien puede decirse que éste es un caso insólito, casi inverosímil, y que a no haber sido el artista el hombre despreocupado y sin prejuicios que fue, no hubiera podido cristalizar esa unión como cristalizó. Pero Ramon Casas, por su innato humorismo, se reía, con pasión, de las sandeces e impertinencias del mundo; sobre todo, de ese mundo criticón y entrometido, tan dispuesto a triturar la vida ajena, atribuyéndole un sinfín de extravagancias fantasmagóricas. No, Ramon Casas vivió aislado, lejos de toda la chusma malévola, vivió para su arte y apasionadamente unido a Júlia, su mujer.
La extracción humilde de Júlia y su oficio de billetera han contribuído con el paso de los años a darle ese aura romántico, novelesco, de chica en el arroyo que se acaba casando con el hombre rico —y en este caso, también artista—. Una idea mítica, un cliché, que aunque pueda parecer más antiguo se fraguó precisamente en los años en los que Júlia y Casas desarrollaban su historia. Así, la obra de teatro Pygmallion de Bernard Shaw, que narra la instrucción de una florista callejera por un profesor de fonética de la alta sociedad, fue escrita en Londres en 1912. En España, la cupletista Raquel Meller comienza a cantar La billetera de Borguñó/Blanch ese mismo año, y poco después cantaría también La violetera de Padilla/Montesinos, que alcanzó una gran popularidad. En el ámbito catalán, dos íntimos amigos de Casas, Enric Morera e Ignasi Iglesias son autores de la música y letra de La bitlletaire, una cançoneta que incluye una estrofa sobre “un vell molt ric… de picardia / perquè de mi té compassió / em vol posâ una loteria… / en un piset ben coquetó”, que bien pudo inspirarse en la historia de Júlia y Casas, aunque no se conozca su fecha exacta de composición.
Emilio Cano