Majas, chulas, manolas, mujeres con mantillas o con mantones: son imágenes de una búsqueda del ideal femenino a finales del siglo xıx y principios del xx. En esa época, el feminismo luchaba por situar a la mujer en el espacio público como un ser activo y no sólo pasivo, una aspiración que, a las puertas del siglo xx, se veía lastrada por la ciencia. En 1859 Charles Darwin había publicado El origen de las especies mediante la selección natural, o la preservación de las razas favorecidas en la lucha por la vida, título completo del libro más conocido como El origen de las especies, una obra que tuvo una repercusión prácticamente mundial. En 1871 publicó La descendencia del hombre y sobre la selección en relación al sexo, obra también controvertida que sentó las bases para legitimar ciertas desigualdades sociales y sexuales.
Ambos libros tuvieron una rápida divulgación. Si en el primero se defendía la idea del hombre como descendiente del mono, en el segundo se planteaba la tesis del determinismo biológico. La mujer estaba supeditada al hombre por su biología. Su papel en la sociedad era el de ser madre, intelectualmente inferior al hombre y, especialmente, —y esta es la idea que tanto influirá en el concepto fin-de-siècle de femme fatal— era un ser esclavo de sus pasiones. Se nos representa una mujer eternamente infantil, una mujer joven, fértil, que puede tener hijos, de una alegría inconsciente y una sensualidad que debe contener.
Este ideal se puede identificar con las chulas y manoplas propias de los retratos realizados por Ramon Casas hacia el año 1900: jóvenes de clase social baja que, con su mirada descarada y provocativa, aluden a un estilo de vida que una mujer burguesa casada no puede admitir moralmente.