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Si se analiza la obra de Casas, no dudaríamos en asegurar que es Júlia, su amada Júlia, el personaje que en más ocasiones representó, de todas las maneras posibles y mediante todas las técnicas imaginables. Podemos decir que ella supuso la materialización de un sueño hecho realidad, es decir, la mujer que tantas veces había pintado e imaginado, desde su época de París, hecha por n carne y hueso. La conguración de un prototipo de mujer hermosa, cosmopolita y moderna, con la que nalmente se asoció al Modernismo, se debió sin duda a Ramon Casas, quien en cambio rehuyó el modelo tradicional de Olot o del Cercle de Sant Lluc. La figura femenina fue uno de los grandes temas de su producción, si repasamos creaciones como el conjunto que decora el Círculo del Liceo, las ilustraciones para tarjetas postales o prensa, los carteles publicitarios de todo tipo, las originales academias de desnudos o, incluso, su producción retratística, en la que las egies femeninas ocupan un lugar destacado.
Este interés por la mujer como motivo pictórico se inició durante los años que vivió en París. Casas siempre se inclinó por captar la figura de una muchacha joven, sensual y esbelta, de rasgos afrancesados, que en esos momentos encontraba en los círculos bohemios de Montmartre por los que se movía. Stéphanie Nantas, Clotilde Pignel y sobre todo Madeleine de Boisguillaume fueron las modelos favoritas que cautivaron su mirada y se convirtieron en protagonistas de algunas de las mejores creaciones del Casas de París.
Pero… ¿quién fue Júlia? ¿Quién fue la jovencita que cautivó a un pintor consolidado y ya maduro? ¿Quién enamoró a un señor procedente de la alta burguesía barcelonesa que, a partir de ese momento, tuvo que escoger entre ella y su familia?
Júlia nació el 30 de junio de 1888 en el primer piso del número 17 del pasaje de Maiol, una pequeña calle de lo que todavía era el pueblo de Sant Martí de Provençals, en una casa de dos plantas que fue construida en 1882 por la propietaria de la finca. Hoy en día aún podemos ver su casa natal, aunque reformada, ya que en 1902 se levantó una tercera planta.
La relación entre Júlia y Ramon pasó por diferentes etapas, bien reflejadas por el artista en numerosas obras, verdadero documento gráfico de la evolución del sentimiento amoroso en una pareja.