Una segunda estancia importante en París fue la del invierno de 1890 y 1891, en la que Casas estuvo acompañado de sus amigos Santiago Rusiñol, Miquel Utrillo y Ramon Canudas. Con Rusiñol se apuntaron como alumnos a la Academia de la Palette dirigida por Gervex y Humbert, para continuar su formación. También se hicieron miembros de la Société des Artistes Indépendants, lo que nos demuestra que estaban integrados dentro de los círculos artísticos del momento. Durante esta estancia ambos amigos, acompañados por Miquel Utrillo, vivieron en un apartamento del emblemático Moulin de la Galette, situado en lo alto de Montmartre. Sus impresiones de la aventura parisina fueron relatadas por Rusiñol y dibujadas por Casas en formato de diferentes artículos aparecidos en La Vanguardia entre diciembre de 1890 y mayo de 1892, tal y como hacían con los relatos ilustrados de los viajes en carro por Cataluña. El éxito conseguido hizo que, en 1894, este diario recopilara las crónicas en un libro titulado Desde el Molino [Des d’el Molí] que editó como regalo a sus suscriptores. «Artistas catalanes en París» [Artistes catalans a París], «Una excursión a Ruán» [Una excursió a Rouen] —visitaron esta ciudad francesa— o «El cementerio de Montmartre» [El cementiri de Montmartre] son algunos de los artículos publicados. Diversidad de situaciones e impresiones son recogidas, como la que nos describe Rusiñol en«El Réveillon», publicado en enero de 1891:
«Le tocó el turno a Casas, que, de pie sobre una mesa, sin gafas y con voz clara, recitó de un tirón un trabajo de mucha perseverancia, tratando extensamente del velocípedo aplicado al arte, mientras que Utrillo, valiéndose del trémolo, le acompañaba en el armonium».
El barrio parisino de Montmartre era la cuna de la bohemia, el epicentro del arte y, al mismo tiempo, de la fiesta continua y del exceso en muchos sentidos, pero que al mismo tiempo generaba una sublime mezcla de creatividad para artistas y literatos. Un ejemplo lo encontramos a finales de enero de 1891; Casas y Rusiñol asistieron disfrazados de chulas al baile de máscaras en el Folies Bergère; Casas tocaba la gu
itarra, uno de sus hobbies, y Rusiñol bailaba flamenco. Montmartre facilitó a Casas pintar fuera del taller y aplicar la técnica del plein air, tan lig ada al arte francés, para captar los efectos lumínicos. Escogió como temas pictóricos el que le ofrecía la variedad de esce
narios urbanos de Montmartre, como el Sacré-Coeur—destacamos el óleo Le Sacré-Coeur, Montmartre (1891)—, rincones pintorescos e interiores de los cafés. En este caso, Casas actuó como cronista de escenas y paisajes de la modernidad y la bohemia hecha ciudad. Una pintura que ejemplifica todos estos conceptos es Plein air (c. 1890-1891), donde el propio título ya es del todo esclarecedor: la mujer sentada en primer plano está rodeada del context
o del barrio bohemio.
El recinto ocioso del Moulin de la Galette estaba constituido por restaurante, bar, jardín con el molino de estructura de madera que le daba nombre, caballetes, columpios y viviendas. Una de las atracciones era subir a la parte superior del molino, desde donde se podía contemplar unas fantásticas vistas. Las condiciones climatológicas del incómodo frío del invierno hicieron que Casas se recogiera en el complejo y desde allí realizara una serie de obras, como el óleo Interior del Moulin de la Galette (c. 1890-1891) . El lugar de residencia era idóneo, integrado en el mejor ambiente bohemio. La misma sala de baile del Moulin de la Galette se convertía en un excelente escenario pictórico que pintores y dibujantes destacados captaron, como Renoir o Toulouse Lautrec. En este espacio lúdico, Casas retrató a Bal du Moulin de la Galette [Baile al Moulin de la Galette] (c.1890-1891), óleo en el que realiza una vista panorámica.
Fàtima López Pérez.